En la Escuela como en la vida, hay días nublados en los que se tuerce el corazón a golpe de desastres, de inseguridades o de errores solemnes. Y días claritos, en los que se te espabila el alma sin poder evitarlo.
Veo a las niñas y a los niños jugar, preguntar, mirar, aprender. Los veo imitarse hasta que se atreven a ser como son, hasta que se deciden a mostrar que son distintos, hasta que se convencen de que son valiosos en su particularidad única. Los veo descubrir la vida poquito a poco, investigando cada gesto, cada interrogante, cada deseo. Los veo entrenarse en reconocer lo que sienten e ir aceptando lo que sienten los demás. Los veo, en fin, empezar a recorrer su propio camino. Y me gusta el espectáculo.
Me veo junto a mis compañeras organizando para que todo funcione, programando, discutiendo, observando, trabajando para que las familias y sus hijos se sientan felices el tiempo que nos acompañan en la escuela, … ese tiempo tan importante.
Veo a mis compañeras haciendo informes, calibrando cómo encarar una entrevista para lograr entenderse con las familias, las veo contando cuentos, leyendo poesías, haciendo teatro, alentando las valiosas discusiones de las niñas y los niños, las veo preocupadas por lo que les pasa a “sus” niños, bailando con ellos, pringadas de pintura, de pastel y de risas.
Me veo también, en los tiempos nublos, con mis resistentes dificultades para aceptar no ser tan querida, tan imprescindible, tan escuchadora como quisiera,….
Me veo, en fin, afectada de tantos afectos que discurren a mi alcance que no puedo por menos que reafirmarme en mi deseo de seguir en esta profesión llena de encuentros, de asombros y de curiosidades jugadas en comandita.
Sacado del libro “El Piso de debajo de la Escuela”
Veo a las niñas y a los niños jugar, preguntar, mirar, aprender. Los veo imitarse hasta que se atreven a ser como son, hasta que se deciden a mostrar que son distintos, hasta que se convencen de que son valiosos en su particularidad única. Los veo descubrir la vida poquito a poco, investigando cada gesto, cada interrogante, cada deseo. Los veo entrenarse en reconocer lo que sienten e ir aceptando lo que sienten los demás. Los veo, en fin, empezar a recorrer su propio camino. Y me gusta el espectáculo.
Me veo junto a mis compañeras organizando para que todo funcione, programando, discutiendo, observando, trabajando para que las familias y sus hijos se sientan felices el tiempo que nos acompañan en la escuela, … ese tiempo tan importante.
Veo a mis compañeras haciendo informes, calibrando cómo encarar una entrevista para lograr entenderse con las familias, las veo contando cuentos, leyendo poesías, haciendo teatro, alentando las valiosas discusiones de las niñas y los niños, las veo preocupadas por lo que les pasa a “sus” niños, bailando con ellos, pringadas de pintura, de pastel y de risas.
Me veo también, en los tiempos nublos, con mis resistentes dificultades para aceptar no ser tan querida, tan imprescindible, tan escuchadora como quisiera,….
Me veo, en fin, afectada de tantos afectos que discurren a mi alcance que no puedo por menos que reafirmarme en mi deseo de seguir en esta profesión llena de encuentros, de asombros y de curiosidades jugadas en comandita.
Sacado del libro “El Piso de debajo de la Escuela”
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